viernes, 26 de diciembre de 2008

Ya está la solución

Todos los hombres tienen que lidiar con tres clases de pecado:

Pecado imputado. Es el pecado de Adán puesto en la cuenta de cada uno de sus descendientes (Ro. 5:12). Por causa del pecado imputado, todo miembro de la raza humana nace espiritualmente muerto y bajo condenación (Jn. 3:17).

Pecado inherente. Es la naturaleza pecadora que todo ser humano hereda de sus padres (Jn. 3:6; Gá. 5:17): Nuestras áreas de debilidades naturales y putos fuertes naturales, así cmo nuestras características físicas, son combinaciones de las tendencias de nuestros padres. Nuestra naturaleza de pecado es tan individual como una huella digital: no hay dos idénticas.

Pecado personal. Es el resultado de las elecciones que hacemos y es la evidencia eterna de que toda persona tiene una naturaleza de pecado (Ro. 3:23). El pecado personal es a lo que se refiere por lo general la Biblia cuando menciona la palabra “pecados”. Los pecados se agrupan dentro de tres categorías: mentales (pensamientos), verbales (palabras) y manifiestos (acciones).

Pero Dios ha provisto una solución en la cruz, Jesucristo se hizo pecado por todos los hombres, para que todo aquel que en el cree pueda ser hecho justicia de Dios en él (2 Co. 5:21). Debido a que él cargó con toda condenación, todos los hombres tienen la oportunidad de ser liberados del pecado y sus consecuencias. Pero libertad depende de una elección. Adán quien era libre en Edén, miró el árbol y, sabiendo cuáles serían las consecuencias, eligió tomar de su fruto. El resultado fue la muerte. Nosotros, quiénes somos muertos en Adán, nos encontramos ante otro árbol. Podemos contemplar la cruz, sabiendo cuál será la consecuencia, y tomar de su fruto, el resultado será vida y libertad.

En la cruz se encuentra la solución a los tres tipos de pecado:

El pecado imputado, es solucionado por el hecho de que somos puestos en Cristo en el momento de ser salvos. Mientras que en Adán éramos culpables, ahora somos inocentes en Cristo. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co. 1:30; 15:21-22; Ro. 4:22-24; Fi. 3:9). El pecado inherente es solucionado por el hecho de que cuando creemos en Jesucristo, nos es dada una nueva naturaleza, un nuevo espíritu que no puede pecar. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Co. 5:17). El pecado personal es solucionado por el hecho de que Jesucristo pagó por todos los pecados, cuando pecamos y quebrantamos la comunión con Dios, podemos confesárselo y ser perdonados (1 Jn. 1:9; Ef. 5:18).